
Se trata del así llamado ajedrez, aunque también recibe otros nombres, juego ciencia, el rey de los juegos, etc.; todos nombres más o menos encomiásticos. Resulta que este jueguito tiene grandes virtudes para incrementar nuestra masa cerebral, no tanto en volumen (cosa muy poco posible, creo) sino en calidad, es decir en cantidad de neuronas vinculadas entre sí. Por eso considero que vale su peso en oro para aquellos que desean cambiar algunos aspectos de la personalidad, sobre todo los que se refieren a la capacidad de razonar y de elaborar pensamientos abstractos.
Por otro lado ahora, en esta época, ya no existen las limitaciones de otra época. En mi familiar selva no encuentro bichos dispuesto a jugar en un tablero. Lo he intentado con una hormiga, la cual me pareció particularmente dotada, pero no encontré piezas tan pequeñas que fuesen buenas para ella y que yo, a la vez, pudiera distinguirlas razonablemente (sin necesidad de portar un microscopio, cosa que en este medio resulta un objeto poco común).
Pero gracias a la Red he podido jugar interesantes partidas por este canal, y encontrarme con jugadores de diversos niveles, aptos para satisfacer mis inquietudes cerebrales.
Y ha que hablamos de esto, allá veo aparecer, por el camino, un amigo humano que siempre que puede me presta su portátil para estos usos. Hay humanos tan amistosos que bien podrían ser considerados animales hechos y derechos
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