"Me arriesgaré a dar un consejo. Tengo por norma no darlos, a menos que me lo pidan expresamente (la experiencia me demostró hace tiempo que dar consejos no pedidos suele ser una forma de deprimirse o perder el tiempo). No obstante como creo recordar que en ese subforo, o en otro quizá, se hablaba de lo mismo: tener muchas estilográficas y no usarlas por escribir poco (o no lo suficiente), me atrevo a sugerir lo siguiente.
Existe una ejercicio, o quizá mejor sería denominarlo "juego", que es muy útil y placentero. Se trata de lo que los psicólogos llaman "escritura automática", no porque la haga una máquina sino porque se escribe sin inhibiciones, sin propósito y sin querer contar algo en concreto.
Se trata de utilizar un cuaderno para tal fin, ideal que no sea costoso, de los más baratos mejor (de esta forma no nos preocupamos inconscientemente del valor del papel que gastamos). Se empieza a escribir y se pone lo que en el momento nos pasa por la cabeza, cuando surge otra idea igual. Se trata de que la mano siga los caprichos de nuestros pensamientos, sin ejercer ninguna clase de censura. Conviene ponerse un límite para este juego, digamos 10 minutos, o 20, o lo que sea; pero un límite que nos obligue un poquito a escribir y que no nos agobie. Obviamente cuando terminamos un cuaderno pasamos al siguiente (conviene tener siempre preparado uno de repuesto, para no cortar nuestra espontaneidad.
Tampoco releemos lo escrito. Siempre adelante, sin releer. Cuando terminamos el cuaderno lo guardamos y seguimos con el próximo, y así de seguido. Ninguno se relee, insisto. Sólo nos permitimos leerlo si ha pasado un tiempo considerable (como mínimo un año, y cuanto más tiempo, más útil resulta).
Obviamente con este sistema escribiremos muchas páginas y podremos alternar nuestras plumas cuando nos cansamos de una o simplemente como parte del juego (siempre que utilizamos una pluma, marcamos al principio entre paréntesis o corchetes, la pluma que usaremos, y naturalmente la fecha del día, completa, incluyendo hora, día, mes, y año). Aquí la libertad es absoluta. Podemos escribir una página con una pluma, luego con otra, etc. etc. Se aclaró que no hay que releer, pero si nos permitimos mirar por arriba, el trazo de las diversas plumas, e incluso agregar, como parte de nuestros pensamientos escritos lo que nos parece cada una, con la cual nos entimos más cómodos y por qué, pero no a la manera de una carta escrita a otra persona, sino a la manera de todo el cuaderno, sin pensar, y sin hilación, tal como nos surge de la cabeza.
¿Qué no se debe hacer? Pensar mucho, ni siquiera pensar poco (si no se nos ocurre nada escribimos, por ejemplo: "joder, no se me ocurre nada que escribir, aunque me gusta hacerlo, no se me ocurre nada, nada, nada, nada oh! escucho el ruído de la nevera, este motor es un fastidio, tendré que cambiarla un día de estos, es muy vieja, a ver si llega de una vez mi hijo y le cantaré las cuarenta con la cabronada del otro día......" O sea, vuelvo a insistir, lo que pasa por nuestra cabeza, por nuestros sentidos, sensaciones, emociones, molestias, picores
No tenemos necesidad de escribir rápido (algunos, sin darse cuenta, cuando empiezan, considerar que escribir lo que se nos ocurre está ligado a escribir rápido, veloz. Nada de eso, podemos escribir lentamente, haciendo buena letra, u otro tipo de letra distinto (por ejemplo, con inclinación diferente). Podemos ir muy lentamente jugando, o rapidamente. La regla es estar cómodo, y hacer un juego placentero, nunca molesto.
¿Qué ventaja le veo a este ejercicio que yo suelo practicar mucho y que cuanto más lo hago más me divierte?
La primera, y obvia, es que usamos nuestras plumas y aprendemos a conocerlas mucho mejor. No es lo mismo escribir poco que mucho con ellas. Al cabo de varias páginas empezamos a notarle defectos que estaban ocultos; y comprobamos que sentimos el deseo de probar otra (podría suceder lo mismo con nuestras relaciones con el otro sexo pero esto es mucho más costoso... y suele traer consecuencias molestas).
La segunda, y mucho menos evidente, es que abrimos una puerta a nuestro inconsciente (para ello debemos asegurarnos que nuestros cuadernos de esta práctica están fuera de la circulación y no expuestos a ojos ajenos, por más que sean amigos, son siempre "otros", y eso inhibe.
Si la releemos al momento esta segunda ventaja no se advierte; si ha pasado bastante tiempo, comprobaremos cosas sobre nosotros mismos que quizá desconocíamos (este "quiza" es puramente retórico, porque en realidad no nos conocemos mucho).
Y la tercera ventaja, que surge espontáneamente, sin provocarla ni buscarla, es que hacemos una experiencia de "escritor" y que al cabo de los meses, por lo menos, notamos una gran facilidad para explicarnos por escrito... algo que muy pocas personas, salvo los escritores profesionales (incluyendo periodistas) tiene.
Bueno. Ahí queda. El que no quiera probarlo por supuesto no perderá nada, ya que el que no arriesga, nunca pierde "
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