miércoles, 7 de noviembre de 2007

Gimnasia cerebral

La selva es un lugar muy tranquilo; en ella me siento muy cómodo. Hace años tuve un desgraciado incidente que ahora no quiero comentar y me ví obligado a vivir en una gran ciudad, luego los azares del destino me llevaron a otras no tan grandes (no menciono cuales, ya que todas son parecidas para mi). Y sinceramente poco aprendí allí que me fuese útil. Lo que sí tuve oportunidad de conocer, casualmente, fue un extraño juego que al principio me pareció tantísimo, pero que luego me fui dando cuenta que no lo era tanto como suponía. En realidad el juego no tiene ni un pelo de tonto, aunque sí pueden serlo los jugadores que lo juegan. Y traiga esta modesta experiencia este blog selvático (o silvestre, dudo que palabra utilizar) para recomendarlo a aquellos que desean hacer gimnasia mental y saltar de árbol en árbol cada vez un poco más lejos.

Se trata del así llamado ajedrez, aunque también recibe otros nombres, juego ciencia, el rey de los juegos, etc.; todos nombres más o menos encomiásticos. Resulta que este jueguito tiene grandes virtudes para incrementar nuestra masa cerebral, no tanto en volumen (cosa muy poco posible, creo) sino en calidad, es decir en cantidad de neuronas vinculadas entre sí. Por eso considero que vale su peso en oro para aquellos que desean cambiar algunos aspectos de la personalidad, sobre todo los que se refieren a la capacidad de razonar y de elaborar pensamientos abstractos.

Por otro lado ahora, en esta época, ya no existen las limitaciones de otra época. En mi familiar selva no encuentro bichos dispuesto a jugar en un tablero. Lo he intentado con una hormiga, la cual me pareció particularmente dotada, pero no encontré piezas tan pequeñas que fuesen buenas para ella y que yo, a la vez, pudiera distinguirlas razonablemente (sin necesidad de portar un microscopio, cosa que en este medio resulta un objeto poco común).

Pero gracias a la Red he podido jugar interesantes partidas por este canal, y encontrarme con jugadores de diversos niveles, aptos para satisfacer mis inquietudes cerebrales.

Y ha que hablamos de esto, allá veo aparecer, por el camino, un amigo humano que siempre que puede me presta su portátil para estos usos. Hay humanos tan amistosos que bien podrían ser considerados animales hechos y derechos

No hay comentarios: