lunes, 29 de octubre de 2007

Cuando uno está desanimado

El otro día, paseando (de arbol en arbol) me encontré con mi primo que se asombró de lo delgado que estaba. Le dije que no "andaba bien", pero sobre todo "de aquí" y con mi peludo índice señale el lugar donde es probable que se encuentre la sede de nuestros pensamientos. Me refiero al estómago.
Mi primo, que es muy listo (catedrático de la Universidad de Borneo, creo recordar) me comentó que en esta época todo el mundo andaba así en la selva. Se comenta que hay nuevos bichos, venidos de lejanas tierras, y que tienen hábitos depredadores que desconocemos.
Yo apenas le presté atención. Cuando uno está así se interesa poco por lo que sucede fuera... y eso me llevó a pensar que quizá lo que debería hacer sería justamente lo contrario "interesarme por lo que está fuera". Lo contrario puede producir efectos, me dije.
"Pero es tan difícil" me musito mi pulga compañera en el oído, y yo siempre le presto atención porque sus pensamientos son muy sensatos; algo incomprensible en un animal tan chiquito.
"Tienes razón -le dije- es muy difícil", pero en un lugar pequeño que además está lleno, si algo entra... algo sale, y quizá, medité, si me ocupo de los nuevos bichos, me olvidaré de lo que hay en mi pequeño vientre. Es algo que probaré... y lo escribo aquí para no olvidarlo.

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