viernes, 7 de septiembre de 2007

Los detalles

Me ha vuelto a escribir Máxima diciéndome que está desesperada. Me deja sorprendido ya que nadie diría por su expresión (ver su foto) que fuera tan sensible. Pero las emociones son así, tremendas; aun cuando no sepamos demostrarlas o la naturaleza nos lo impida. La causa de su desaliento se encuentra en el último ejercicio que le sugerí. Me cuenta que no puede observar mucho tiempo sin sentirse enredada en sus propios pensamientos; que al final da lo mismo que esté en una charca o en la calle más concurrida… que el mundo externo se le borra y sólo queda mirando lo que sus sueños (y sus pesadillas, acota) le proporcionan.

Querida Máxima ¡justamente es lo que este maravilloso ejercicio trabaja! ¡Así que… no desesperes!

Procura fijarte en los detalles, antes de que desaparezcan. Puedes ayudarte con un cuaderno, pequeño y fácil de transportar, de notas (o si el ambiente húmedo que frecuentas no ayuda al papel, entonces una pequeña grabadora cumpliría la misma función auxiliar). Los detalles son claves (alguien dijo que “en los detalles reside el Diablo”). No dejes que una impresión panorámica te domine, porque entonces serás presa fácil para tus parásitos mentales.

Además en la “prueba-repetida” está la virtud principal de todo proceso de cambio. Inténtalo una y otra vez, sin desmayar, y ya me escribirás (estoy seguro) con otro espíritu.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

¡mi maestro!

Máxima me ha vuelto a escribir. Me comenta que ha empezado a llevar un diario, y que aún no advierte nada nuevo en ella. De todas formas, agrega que confía en mí y que seguirá haciéndolo.

Me parece bien lo que haces, Máxima. Sigue practicando y más adelante te daré otras indicaciones.

Más como veo que estas en buen camino, te sugiero otro ejercicio que puedes hacer diariamente, sin eliminar el “diario”, por supuesto.

Este ejercicio me lo propuso mi maestro, hace ya años (aún conservo una foto de él que te muestro arriba) y que tiene mucha miga… pero eso lo dejo para más adelante.

Se trata de que busques un lugar concurrido, tanto importa que sea de gente o de animales. Eso lo dejo a tu gusto (puedes ir al zoológico si no tienes animales cerca).

Una vez elegido el lugar, que debe ser, dentro de lo posible, poco conspicuo, es decir que no te destaca del conjunto, te dedicarás a observar la fauna que pasa en tu derredor. Sólo mirar. Cuando sientas que ya no estás mirando sino pensando en otra cosa, te permites tomar breves notas resumiendo lo que has visto hasta el momento. Estas notas no deben ser “literarias” sino telegráficas, buscando rescatar de la memoria algo que viste, más que contárselo a alguien. Luego que las has hecho, vuelves a observar el panorama de los que pasan, hasta una nueva distracción en que repites la misma operación.

No lo hagas menos de media hora, y puedes hacerlo más tiempo… siempre que estés atenta al entorno y no perdida en ensueños. Debe ser una práctica diaria, regular, o por lo menos, lo más seguida posible. Pero no debe ser agobiante, ni debes realizarla cuando estás ocupada o preocupada.

Ya me dirás algo.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Esperar

Septimus, un amigo:


Septimus es un gran esperador. Sí, la palabra está bien escrita. Me refiero a que es un campeón de la “espera”; es capaz de esperar mucho tiempo, y cuando los demás se cansan… el sigue esperando. Los diversos organismos que poblamos esta civilizada jungla nos parece que exagera. Por lo tanto aproveché el otro día, que lo tenía en una rama cercana, y le pregunté de sopetón: “¿Qué gana, amigo Septimus, con esperar tanto?

Me miró y luego de observarme con tranquilidad, quizá para asegurarse que no estaba de guasa –seguro que se dio cuenta que mi pregunta iba en serio-, me respondió: “La espera, si es prudente, fortalece la voluntad y permite ahorrarnos muchos problemas”.

“Cierto –le respondí-, pero ¿Cómo juzgar cuando se deja de ser prudente para pasar a ser tonto?”

“Eso depende de la inteligencia de cada uno, téngalo por seguro amigo Nullus… por lo tanto el tiempo no es fijo; dependerá de las circunstancias y de los circunstantes”.

Quedé pensando y como me parecía que a veces se pasaba en sus “esperas” no encontraba la manera de decírselo sin, a la vez, resultar mal educado.

Más esto es otro problema… que tendré que resolver aguardando el momento oportuno.”¡Vaya! -me dije-,¡He aquí un problema de espera”